Entre sueños
Dos semanas atrás, en mi cortas y gratificantes descansos, soñé con mi tayta, mi abuelo, mi PA, don Lucho.
Era la primera vez que soñaba con él; y me generó una fuerte inquietud, ya que en aquellos sueños él me dejó dos fuertes consejos. El primero tuvo lugar en la casa de mis abuelos, aquella que está en el barrio de Alameda, esa que era conocida por ser una antigua tienda y vecina de la sastrería Rojas. Toda la familia estaba reunida en un almuerzo, todas y todos felices. Entonces, cuando la comida va siendo devorada con entusiasmo, da cabida a esos espacios donde primos, tíos o nietos conversan por separado, para ponerse al día de sus vidas. En eso, mi abuelo -con esa costumbre que solía tener- enlazó su brazo a mi cuello y me llevó al patio. Mirando lo alto que era nuestra planta de ciruelo, bajó la mirada y me dijo: ¿Para cuándo piensas tener señora e hijos? ¡Qué estás esperando? Recuerda que debes caminar con tu pareja, ya que ella te animará en momentos de debilidad; te escuchará cuando te sientas silenciado; te dará el soporte para superar tus inquietudes; te perdonará cuando te sientas la peor persona del mundo; te dará calor en aquellos días donde el ichu pierde su color. No tengas miedo al compromiso, no permitas que tu vida acabe sin compañía, sin compañera.
El segundo sueño fue en el canchón que está a espaldas del penal de Huanta donde, junto con él, paseábamos por el lugar recordando aquellos años y notando los fuertes cambios que nos ofrecía el nuevo paisaje huantino. Con voz tierna exclamó lo siguiente: Hijo, ¿cómo ha cambiado Huanta! Donde había tierra, ahora hay vereda; donde había monte, ahora hay escaleras. Así como ha cambiado la tierra, veo que tú también has cambiado. Por eso, te encargo que este año realices lo que más quieres desde el fondo de tu corazón. No lo olvides, tienes este año. ¡Apuray!
Esos sueños, que atesoro en mi corazón, fue el preludio de un aire esperanzador para la familia. Sin proponerme me comuniqué con mi padre y mi tío, ambos hermanos e hijos de don Lucho. Con ellos solía tener una relación de marcada distancia por la severidad y el orgullo que eran las formas de expresar los sentimientos. No me quedaré a ahondar en este asunto, solo quiero rescatar el mensaje que -a mi parecer- es el deseado por mi PA: una familia unida.
En mis sueños mi PA estaba feliz de sentir a todas y todos en un mismo encuentro. Aunque reconocía los cambios, él deseaba que seamos capaces de hacer las paces y no dejar esas antiguas costumbres que aprendimos y extrañamos de nuestra familia; una familia que tenía la conexión con el campo, con la vida rural y, sobretodo, con los pequeños gestos cotidianos como un pequeño plato con mote por las mañanas. Esos detalles que, a simple vista, parecen insignificantes, pero lo son todo.
Así, en este día, tu recuerdo está presente querido abuelo, mi «PA».
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