Razuillca es una laguna muy conocida en Ayacucho, queda ubicada en la provincia de Huanta. Aquí disfruté varios años de mi niñez y adolescencia por el motivo que mi familia paterna tiene su origen en esta esmeralda de los Andes.[1]
En aquellos años de mi niñez, era un hábito sano entre los huantinos (sean de nacimiento o adoptados, como en mi caso) realizar caminatas los fines de semanas. Los lugares elegidos siempre eran Maynay y Luricocha, por su cercanía (tres a cuatro kilómetros de distancia). Y si deseábamos un reto mayor el lugar era Razuillca.
Cuando ya era una decisión colectiva realizar la ardua caminata, todos sabíamos que el punto de reunión era el parque central de Huanta a las 4:00 a.m. Una vez en el lugar, todos emprendíamos la marcha. Eran cinco a seis largas horas de pura subida en trocha. Cada media hora o más se realizaba una pausa para descansar y apreciar la naturaleza en movimiento por sus plantas y animales.
Durante la caminata solíamos encontrarnos con uno a más personas en cada punto y saludarnos amablemente.
- Buenos días, tayta; buenos días, mamita y papito.
El saludo era un código muy enraizado en todos nosotros.
Como a las 9:00 a.m. alcanzábamos la comunidad que estaba cerca de la laguna.
Una vez en el pueblo, la primera vista son las casitas de piedras que bordeaban la casa comunal hecha con adobes y yeso. Las personas te daban la bienvenida y, amablemente, ofrecían invitarte un desayuno casero. Nuestra emoción era grande.
Al entrar a una de las casitas, todo era oscuro y solo teníamos la luz del fogón "adentro" y de la puerta de ingreso. La mamita ponía la "yana olla" (olla negra) en el fogón. Todos juntos esperábamos que el agua "esté listo". Al lado de la ollita había varias papitas calentándose con el calor de la leña. Al rato, entre hablar y bromear, la familia que nos acogió nos pasaba, de mano en mano, varias tazas de plástico con agua y hierba acompañado con un puñado de papitas con su trozo de queso endurecido.
Este desayuno era el más delicioso que podíamos imaginar, hasta ahora no recuerdo cuál era la hierba que le daba un gustito encantador a nuestra agua. Las papitas con una parte ennegrecida por el fogón y el queso duro eran el dúo perfecto.
Ahí, adentro, no se sentía el frío de la zona. Todo era cálido, no solo por el fogón, sino, especialmente, por la bondad de la familia campesina.
Cuando ya se estaba terminando la comida de nuestras manos, aumentaba nuestra vergüenza por querer más debido a los pocos recursos que ellos tenían. Pero, ellos nos sorprendían una vez más:
- Agarren más papita y pongan sus "jarros" para más agüita, papitos.
Con el nudo en nuestras gargantas aprendimos el mayor mensaje que pueda existir en este mundo: el corazón no conoce el egoísmo al prójimo.
El desayuno terminó y nos dirigimos a conocer la laguna. Sin embargo, a pesar de la enorme belleza de la laguna, nuestros corazones quedaron marcados por el amor de aquella familia.
Nuestra travesía a Razuillca resultó ser nuestro mayor aprendizaje. Y desde aquel día, las visitas que hacíamos al lugar iban acompañadas de tarros de leche, tanta o cualquier cosita que podamos compartir con la comunidad.
Aprendimos la reciprocidad, esa que tanto hablan los académicos sobre nuestras comunidades.
Esta pequeña nostalgia vino a mí al leer muchas noticias sobre nuestras comunidades campesinas y el problema de la educación en tiempos de pandemia y cuarentena.
No sé cómo se encontrarán actualmente aquella familia y su comunidad. ¿Cómo estarán los niños?, ¿tendrán las condiciones necesarias para acceder a la educación desde casa?
Recuerdo el escenario y solo tengo un mal pesar. Las cosas no cambian para bien. El problema sigue vigente.
¿Cuál problema?
La ausencia del Estado en las comunidades campesinas y originarias.[2]
[1] El autor de. esta famosa etiqueta fue Antonio Raimondi, científico italiano, que recorrió muchos lugares del Perú durante el siglo XIX con la misión de recopilar información sobre los recursos naturales del país.
[2] Cabe mencionar que la laguna de Razuillca y sus residentes tienen muchos problemas: la minería ilegal, el abastecimiento ordenado de agua de regadío para sus chacras, el turismo incontrolado que merma la armonía y cotidianidad de la comunidad...
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